OCÉANO VIOLA Unum Extrait 100ml

235,00 €

Notas de salida : Elemí, Elcriso púrpura, Amatista

Notas de corazón : Iris nocturno, Algas marinas, Hoja de violeta

Notas de fondo : Musgo de roble, Madera flotante, Cascalona

Un océano actúa como umbral y sustancia: si es violeta, se convierte en un fluido cósmico que absorbe, transfigura y transporta. Si se infunde con iris, se convierte en Visión. Retorno. Origen.

Una dimensión diferente, donde cada imagen late con un secreto. El océano violeta alberga la profundidad de un útero primigenio porque acoge, envuelve y moldea. Las leyes de la física, de la lógica narrativa, de la realidad como convención, se disuelven en la corriente de este mar oscuro de reflejos púrpuras: todo flota, todo vibra.

EL AGUA COMO PRINCIPIO ABSOLUTO. En las Escrituras y en las cosmologías más antiguas, el agua siempre constituye el primer elemento. Un tema ya abordado por Filippo Sorcinelli: en el Libro del Génesis, el Espíritu se cierne sobre las aguas, prefigurando toda creación (Ruah). El agua adquiere así el tono del misterio : el violeta, como la síntesis extrema entre el espíritu y la carne, entre el impulso y la contemplación. El violeta encierra en sí la violencia roja de la sangre y la distancia azul del cielo. Es la encarnación del límite.El océano violeta se ofrece, pues, como una experiencia arcaica, prelingüística. Una especie de placenta celestial de la que renace, transformada, la consciencia.

PINTURA, CINE Y PERFUME EN UN SOLO GESTO RITUAL. En el corazón de la tercera parte de Twin Peaks – El Regreso, el océano violeta emerge como un umbral cósmico, fluido y luminoso. Un mar sin límites definidos. Una extensión que vibra con púrpura y misterio. David Lynch lo presenta como el útero de la conciencia pura, el origen del ser y la disolución de la identidad. En ese paisaje, el tiempo se expande. La realidad renuncia a su linealidad. El hombre flota en un universo líquido , cruzando un mar de luz violeta para renacer en otro lugar. Cooper no se adentra en él para perderse, sino para acceder a una verdad más amplia . En esa inmensidad, no existen límites: cada figura se funde y cada sonido se materializa. La materia misma aparece como símbolo. Este océano precede a cada palabra. Existe como pura vibración y se presenta como una imagen arquetípica de transformación.

EL MAR COMO CIELO EN LA PINTURA. EL MAR EN CARNE DE COLOR. En 1993, Filippo Sorcinelli pinta dos obras sobre madera que parecen nacidas de la misma frecuencia: un cielo violeta cargado de tensión, un mar estratificado, atravesado por un rectángulo inclinado que suspende la perspectiva.Una escena que alberga en sí misma un fragmento pictórico, como si la visión contuviera otra visión.Este gesto anticipó, inconscientemente, el montaje simbólico de Lynch. El corte rotado en la pintura abre un tiempo interior. Revela una otredad. Filippo plasmó en el panel lo que Lynch luego haría vibrar en la pantalla: una conciencia que atraviesa el espacio , accede al misterio y se deja impregnar por la profundidad.La pintura acoge el mar violeta como presencia, la materia ondula y el color se encarna en la visión. Cada pincelada corta la superficie con la misma fuerza con la que el océano lynchiano penetra el alma.

EL PERFUME COMO CONTINUACIÓN DE LA PINTURA. Oceano Viola es una fragancia que nace de un gesto ya cumplido: recoge la luz de las pinturas y amplifica la vibración del océano de Lynch. Al traducir esa visión en aroma, en sutil presencia, la fragancia preserva otra existencia con la dramática paciencia del iris : su rizoma, carnoso y horizontal, absorbe la espera y la transforma en memoria aromática. Pasan años antes de que su fragancia aflore. Y es precisamente esta larga gestación la que le otorga profundidad. La flor se marchita rápidamente. El rizoma, en cambio, perdura. Y canta su silenciosa nobleza. Canta sin voz, pero con el timbre de la belleza contemplativa. En el tiempo litúrgico, el lirio acompaña el acto de recogimiento. En las cámaras sagradas, sus rizomas quemados purifican el aire y el pensamiento.En la Edad Media, se conservaba junto a los altares como un puente aromático entre la tierra y el cielo. En su aroma coexisten la castidad y el fuego, la pureza y el deseo, la disciplina y la visión.El arte ha capturado sus luminosas contradicciones: en los jardines japoneses, el iris sugiere equilibrio y gracia; en las pinturas de Van Gogh, se convierte en un gesto desesperado y glorioso, floreciendo en un campo de preguntas. Iris ofrece una profundidad que sana y perturba a la vez. Conduce a lugares donde la interioridad puede germinar —sin prisa, sin clamor— con toda la fuerza de lo que surge tras haber permanecido oculto durante mucho tiempo.

EL SIMBOLISMO DE LA BOTELLA. La botella monolítica evoca la trama del lienzo con su hoja rasgada. La pintura se transforma en superficie. El violeta se transforma en piel. El mar se transforma en aliento. El mensaje atrapado en el imperdible está grabado en la tapa, yace como una reliquia viviente, evocando inestabilidad, un cierre provisional, una herida sellada por medios improvisados , una protección ambigua. Todo es precario, duplicado, mal cosido. Las cosas parecen inmóviles, pero tiemblan en sus lágrimas. Los mundos parecen unidos, pero un temblor revela el abismo con la manualidad artesanal del dolor, como si la psique humana fuera una prenda deshilachada, unida por un gesto de urgencia. Este perfume vive en la continuidad de una única intuición: que cada mar violeta conduce a la verdad, que cada rectángulo inclinado abre un paso, que cada vida es sagrada y camina al borde entre dos mundos sin perder su centro. Cada pincelada es una herida que busca la luz . Transfigura lo que toca. Ilumina lo que roza. Eleva lo que abraza, incluso a través de la violencia. Cada nota habla el lenguaje de lo invisible. Con iris, la piel se viste de misterio , de esa forma de belleza contemplativa que se niega a gritar, seduciendo a través de una herida silenciosa, invitando al umbral de lo absoluto.

Extracto 100 ml